Este mes, cuatro de los cinco planetas visibles a simple vista se pueden ver en el horizonte este cerca del amanecer.
Vemos aquí este agrupamiento celestial justo antes de la salida del Sol del 5 de mayo, desde una playa cerca de Buenos Aires, en Argentina.
Comenzando cerca de la parte superior del retrato, la brillante baliza es Venus.
Mercurio está debajo y a la derecha de Venus y el brillante Júpiter está más abajo, cerca del centro de la imagen.
Debajo de Júpiter, Marte es relativamente débil y lucha el que más por brillar a través de un fino banco de nubes y el cálido resplandor del amanecer.
Observa, conforme el mes progrese la impresionante configuración irá cambiando, con Marte y Júpiter moviéndose más alto, mientras que Venus y Mercurio se pasean por el cielo acercándose al naciente Sol. Texto Apod.
A los fines de alinearme con mi compatriota autor de la foto, acompaño de Ernesto Sábato, escritor Argentino, doctorado en física, que abandono la profesión para inclinarse por la literatura, recientemente muerto a la edad de 99 años,el siguiente texto.
ANTEOJO ASTRONÓMICO.
Combinación de dos lentes que sirve para ver objetos lejanos y para refutar a Aristóteles.
“El firmamento es eterno, inmutable y sin origen”, había decretado el sabio de Estagira. Galileo se limitó a dar tres conferencias ante mil personas sobre la estrella nueva aparecida en la constelación de la Serpiente. La disputa se exacerbó cuando empezó a escrutar el cielo con su anteojo y a encontrar cosas raras. Primero descubrió las fases de Venus, e hizo notar que ese hecho era la mejor prueba de la hipótesis copernicana. Luego descubrió los satélites de Júpiter, que si bien constituían otra prueba de esa hipótesis eran filosóficamente absurdos: según los aristotélicos un cuerpo en movimiento no podía ser centro de otro movimiento.
El matemático y astrónomo Clavius, de Roma, expresó con sobriedad su opinión sobre el descubrimiento: “Me río de los pretendidos acompañantes de Júpiter”. Otros peripatéticos, más conciliadores, afirmaron que quizá el instrumento mismo producía los satélites; Galileo ofreció diez mil escudos al que fabricara un anteojo tan astuto. La mayoría de los aristotélicos, sin embargo, se negó en redondo a mirar por el tubo, asegurando que no valía la pena buscar semejantes objetos celestes, ya que Aristóteles no los había mencionado en ninguno de sus volúmenes.
En una carta a Kepler decía Galileo: “Habrías reído estrepitosamente si hubieras oído las cosas que el primer filósofo de la facultad de Pisa dijo en mi contra delante del Gran Duque, y cómo se esforzaba, mediante la ayuda de la lógica y de conjuros mágicos, en discutir la existencia de las nuevas estrellas”.
Algo mas, he visitado el álbum de fotos de Luis Argerich, felicitaciones, es extraordinario.
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